Hace unos
días, a raíz de una conversación, saqué del baúl que tenía bajo llave en ese
desván llamado “recuerdos”, una historia curiosa que me pasó estando en el
ejército, en el 85.
Al abrir mi
pequeña caja de Pandora particular, he visto de refilón las cosas negativas de
esos dos años de mi vida, que en su mayoría fueron buenas o aceptables para
haber estado en el cuerpo de los almogávares, como compañeros heridos en
maniobras, la disciplina legionaria, compañeros frustrados y amargados por
haberse alistado, el “puteo” del veterano reenganchado que quiere ser expulsado
antes de tiempo, aunque sea con deshonor,… Cosas malas o no tan buenas como el
resto que no tengo guardadas en el baúl.
Como decía,
estuve hablando con un amigo sobre la ineptitud de los mandos en la actualidad,
recordando un caso, ni bueno ni malo, sino simplemente curioso que me paso en
unas maniobras, y no dista mucho de ser
diferente la actitud actual de la de hace 30 años.
En estas
maniobras, después de toda una mañana de constante traqueteo (traqueteo de las
MG 47 de mi sección de armas de apoyo, se entiende) nos dieron descanso para ir
a comer. Acabábamos de empezar a comer cuando un par de ráfagas perdidas de
alguna MG de otra compañía, impacto entre las hileras de los vehículos donde
estábamos descansando. No paso nada más… bueno, sí, la ineptitud y cobardía
infame de algunos mandos. De los mandos superiores de la compañía.
Nada más
empezar a caer los primeros impactos, todos los que estábamos cerca de estos (a
mí me pasaron a menos de un metro) tuvimos los reflejos ávidos y nos ocultemos,
algunos debajo de los jeeps, otros, como yo, detrás de uno de ellos. Pasados
unos instantes fui de los primero (o el primero, no lo sé) de sacar la cabeza
para ver de dónde venían los disparos. No se veía nada, ningún destello. Seguía
el silencio en mi entorno inmediato, sólo oía mi respiración y los latidos de
mi corazón. Y la adrenalina por las nubes. Entonces oí a unos 50 metros gritar
al capitán algo a su radio sobre que tenía que ponerse en contacto con Plana
Mayor para avisar del alto el fuego. Han pasado más de 10 minutos.
Mientras, yo
decidí terminado de comer, ya que no había más disparos y el silencio seguí
latente.
Mientras
tanto, el teniente de nuestra sección de armas de apoyo, “mi teniente”, estaba
histérico perdido, blanco como la nieve y no paraba de correr de un lado para
otro y de chillar cual quinceañera asustada, daño saltitos absurdos y diciendo,
creo, algo como “todos a cubierto” una y otra vez. Si hubiesen vuelto a
disparar, fijo que le hubiesen impactado, ya que no paraba de estar en medio de
todos los sitios, y con las partes bajas mojadas (y no es broma).
Este
teniente, (ya no recuerdo el nombre, pero lo llamábamos “Lo Torpe”, ya que con
sus casi 2 metros de altura era capaz de tropezar y caerse de cabeza en medio
de un desfile,… o casi), pasados ya unos 15 minutos después de la ráfaga de
balas, se dio cuenta que yo estaba oculto tras un jeep y terminando de comer.
Esto le puso más histérico aun y me pregunto porque no estaba como él (supongo
que se refería a histérico). Al responderle, cuadrándome como se debe hace, que
hacía más de 15 minutos que no nos disparaban, que no debía preocuparme más,
entonces chilló algo ininteligible para mí, dándole una patada a mi bandeja de
comida y tirando lo que me quedaba de la comida por el suelo. Menos mal que era
un teniente, que sino… y sobre todo a que salió corriendo, pálido como el
mármol blanco de las esculturas de un cementerio, dando saltitos absurdos y
chillidos de quinceañera, en pos del capitán.
Pasados unos
diez minutos más, y después que nuestro teniente se perdiese tras una pequeña
loma con un pequeño muro, vestigio de algún cercado de la casa abandonada en
medio del campo de maniobras en el que nos pusimos a descansar, dejando a su
sección, a todos nosotros (unos 30 paracas) tras los vehículos a 50 metros de
distancia, oí como me llamaba el segundo al mando de la compañía, el Teniente
Alcaide (que después, y supongo que a raíz de este incidente, se convirtió en
el teniente de la sección de armas de apoyo), para que avisara al resto de
compañeros que cogiésemos nuestros bártulos y nos fuésemos tras la loma, donde
se refugió el resto de la compañía tras la única ráfaga sufrida. Avise a los
sargentos y estos organizaron, con calma y orden, como dos buenos
profesionales, nuestra “retirada” hacia la loma, de forma escalonada,
quedándome yo para el final junto con los sargentos. A mi teniente le repateó
que no corriese como él, y que me lo tomase con calma y frialdad.
Al llegar
tras la loma, otra imagen absurda de ineptitud suma. Nuestro capitán escondido
(porque no podía enterrarse) tras el pequeño muro de escasamente un metro de
altura, y de piedra maciza, iba dando órdenes… raras, como por ejemplo obligaba
al segundo oficial a que mirará con prismáticos por encima del muro, pero sin
asomarse en exceso y que le informara constantemente, con frases como “¿Qué
está pasado?”, “¡informe!”, “¿ve alguna cosa?”, “¡informe!”,…, pero sin
asomarse él para nada. Todo ello con un mapa del campo de maniobras en sus
manos y estar constantemente diciendo al resto de tropa que estuviesen tirados
al suelo y que no levantásemos la cabeza… y eso que estábamos tras una loma de
cerca de 10metros de alto…
A todo esto,
ya llevábamos más de 20 minutos desde las ráfagas de balas.
En vista que
el radio de compañía no se ponía en contacto con Plana Mayor, el Teniente 2º al
mando me preguntó si sabía la frecuencia de contacto con ellos. Le informé que sí
y que acababa de cambiar la pila seca de mi AN/PRC77, ya que estaba viendo que
mi compañero de transmisiones, el cabo radio de compañía, no contactaba y se
entrecortaba el sonido, muy característico de cuando nos estábamos quedando sin
batería. Saqué mi libreta con las frecuencias del día en curso y, antes de
llamar solicite me indicasen la posición en la que estábamos. El Capitán, con
el plano en la mano, no tenía ni idea de donde estábamos, o no entendía mi
“extraña” solicitud. El 2º al mando, con una pequeña fotocopia de la zona, me
dio nuestras coordenadas. Inicie el contacto por radio y a la primera hablé con
Plana Mayor, indicándole lo sucedido y nuestras coordenadas. Un minuto más
tarde, nos informaron que los disparos accidentales hacia casi media hora que
habían finalizado y que sentían mucho nuestra situación.
Realmente el
radio de Plana Mayor, el cabo 1ª que me instruyo en comunicaciones, se
sorprendió mucho que le llamásemos pasada media hora después de los hechos. Y,
como sabía que no podía hablar, (habíamos congeniado bien, aun siendo de otra
compañía; los dos éramos del mismo barrio de Barcelona), me hacía preguntas y
yo contestaba con monosilábicos (si, no, ok, no sé,,…) y dio en el blanco con
las preguntas respecto a nuestro radio de compañía, ¿tenía la frecuencia del
día en la radio? (respuesta: no sé), ¿la
pila estaba agotada? (respuesta: Si), ¿se había actuado con el protocolo
correcto para estos casos? (Respuesta: no). El 2º al mando me miraba, oía mis
respuestas (y yo intentando no mirarlo), pero creo que sabía lo que me
preguntaban, ya que se reía, incluso a carcajada, meneaba la cabeza mirando al
capitán y a su radio, y me confirmaba lo que decía asintiendo… Aquí debo decir,
que cuando me pidieron que hiciese yo la llamada, el cabo de transmisiones se
dio cuenta y cambio al dial que acababa de poner yo; él tenía el del día
anterior. Más tarde me “pidió” que no se lo dijese a nadie (bueno, como él era
cabo y yo no, me “ordenó” no decir nada), pero el Teniente, 2º al mando de la
compañía, también se dio cuenta de su cambio de dial… Este teniente venia de la
SADA y por lesión tuvo que pasar a nuestra compañía. Era todo menos tonto, primeraco de su promoción y, antes de la
lesión, a punto de ser ascendido a Capitán. Exigente y duro con su gente en el
trabajo militar, pero humano y comprensivo cuando se le necesitaba. Lo dicho podría ser de todo menos tonto.
Al cabo de
transmisiones, el radio del capitán… al llegar al cuartel, pasó a ser cabo de
pelotón.
Y ese fuel
el principio del fin de mi carrera militar. Ver tanta ineptitud en los mandos,
me tiro para atrás mis ganas de reengancharme dos años más en el ejército. Si
todos los mandos se lo tomasen más en serio, aunque fuese “algo” parecido como
el 2º al mando…
Desgraciadamente
de estos (y peores) me los he encontrado en la vida laboral, también como
mandos; o sea, salir del fuego para caer
en las brasas.
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