domingo, 29 de noviembre de 2015

Procrastinar: Desde mañana mismo empiezo






Se está poniendo muy de moda utilizar la palabra Procrastinar, para definir ese acto que hacemos los humanos en muchas ocasiones, de dejar para después la tarea a realizar. Aunque son los anglosajones los que más la utilizan, llava desde los años 80's utilizándose en España, aunque desde hace escasamente unos cinco años, todos los "coaches", "Ceo's" y otros "managers" que se precien de estar en las últimas tendencias, que se está utilizando de forma masiva, incluso a veces para denominar a los que no quieren arrimar el hombro en una tarea, aunque quieren que se cuente con ellos o que aparezca su nombre en los créditos; a esto se le llama ser vago o tener morro, pero no "procrastinador".

El término procrastinar es una adaptación del vocablo inglés procastinate, que deriva directamente del latín pro (para) y cras (mañana): "para mañana". Conceptualmente tiene distintas definiciones que hacen referencia a evitar hacer una acción ahora, cualquiera que esta sea, para realizarla en otro momento.

La procrastinación es un comportamiento dilatorio que utilizamos reiteradamente para evitar tomar cartas en el asunto, para evitar asumir la responsabilidad de que las cosas son como son porque nosotros no hemos hecho lo necesario para evitarlo. Es postergar  la acción o situaciones que deben realizarse si o si, sustituyéndolas por otras situaciones más irrelevantes o agradables.



Echar las culpas de todo lo que pasa a la mala suerte o a los demás, por los problemas que tenemos o por las cosas que nunca hemos llegado a conseguir, es lo más normal en un asiduo de la procrastinación, el buscar excusas para justificar por qué no hemos empezado aún a hacer algo.



Lo peor de alguien que procrastina, es que cuando conocen a alguien que hace cosas, que incluso puede hacer cosas que él no quiere hacer o lo quiere posponer para no tomar la responsabilidad, pueden llegar incluso a culparle de ser el que no les deja avanzar en la vida, o, cuando deja de hacer cosas, de culparle de no hacerlas. “Si hoy le haces un favor a alguien, es de agradece; si lo vuelves a hacer mañana, te lo exigen como obligación; si no lo sigues haciendo pasado mañana, eres una mala persona”.



Un procrastinador se le reconoce porque se pasa todo el año soñando con las vacaciones que le gustaría hacer para el próximo verano, pero no hace nada para conseguirlo, ni tan siquiera buscar el precio de los billetes de avión, aunque tenga el dinero para ello. O utilizar la escusa de los padres o los hijos, porque tiene que cuidarlos, es la escusa barata más utilizada para no conseguir el sueño deseado, es también una actitud dilatoria que demuestra nuestro temor a no ser capaces de dirigir nuestra propia vida.



Pero seamos serios, el motivo real de posponer lo que tenemos que hacer, suele ser el miedo al fracaso, al éxito,…, al cambio, en definitiva. O simplemente para tener una excusa justificable cuando hacemos un trabajo mal hecho diciendo que no hemos tenido tiempo suficiente, o que nos han presionado mucho para ello.



Posponer las cosas hasta el último momento, que con el agua al cuello resolvemos el problema, nos permite tener la ilusión de pensar todo lo que podríamos hacer si aprovecháramos así todo nuestro tiempo. Pero al final no lo hacemos, no aprovechamos así todo nuestro tiempo.



¿Cómo podemos reconocer a un adicto a la procrastinación? Los procrastinadores evitan enfrentarse a las tareas pendientes, como ordenar el escritorio, limpiar la nevera o la casa a fondo, y emprenden una multitud de pequeñas tareas y detalles irrelevantes antes de empezar lo importante. Es muy frecuente verlos agotados de repente cuando hay que empezar esa tarea o que surja alguna cosa que les impida empezar ahora. O que de repente se acuerde que debe hacer otra cosa, de menor importancia (para él, claro está), que le es muy urgente hacer o marcharse.



Los puntos más evidentes en los que nos podemos dar cuenta si el conocido es un procrastinador o no, son los siguientes:

1.       Creen que tienen mucho, demasiado tiempo, para hacerlo.

  1. Viven realizando la tarea a última hora.
  2. Creen que trabajar bajo presión es su mejor forma de trabajar.
  3. Se resisten a todo tipo de cambio.
  4. Generan enfermedades psicosomáticas (el dolor de cabeza y los dolores musculares constantes, son los más frecuentes).
  5. Generan la crítica hacia los demás.
  6. Generan una conducta dependiente.
  7. Evitan los compromisos sociales con la excusa “tengo mucho trabajo”.
  8. Piensan que para realizar una tarea, ésta debe ser agradable.
  9. Minimizan sus habilidades.
  10. Generan baja autoestima.
  11. Al terminar la tarea se prometen no volver a postergar.
  12. Las palabras "tengo" y "debo" son frecuentes en su vocabulario.
  13. Tienen dificultad para concentrarse.
  14. Viven estresados y temerosos.
  15. Buscan culpables del porque ellos no han realizado la tarea, aunque sea su propio jefe.





Lo que primero debemos hacer cuando nos encontramos con alguien así, es no contar con su participación en una tarea encomendada, ya que aunque los motivemos, siempre encontrarán la excusa perfecta (para ellos) para no hacer el trabajo. Si fuésemos una empresa, tendría muy claro que hacer con ellos, y no necesariamente es despedirlos. Si son compañeros, amigos, no esperar nada de ellos o prepararse para que, incluso, intenten convencer al resto de amigos para no empezar, tan siquiera, la faena.



Lo malo de esta gente es que son como el perro del hortelano, “ni comer quieren, ni comer dejan”; o sea, que no están dispuestos a tomar responsabilidades, no haciendo la tarea encomendada o necesaria, pero si la hacen otros, se enfadan por no haberle dejado hacerla o por no haber contado con ellos cuando se hiciera, aunque se lo hayan repetido cien veces que empezaba a hacerse la actividad.



¿Como esta gente pueden solucionar esta “adicción”? Podríamos coger los cien mil libros de psicólogos y pseudo-psicologos que existen y que hablan del tema, o el millón de artículos que pululan por internet para que estos puedan solucionar su problema. Pero no sirve de nada ni que recomiende la lectura de ninguno de ellos, ni que explique cuáles son los pasos a seguir para solucionarlo. No sirve de nada ya que los primeros que no lo leerán son ellos mismos, ya que consideran que ellos no tienen ese problema, y que somos los que le recomendamos esa lectura los que realmente tenemos este problema.



Lo único que puedo decirles es que si tienen los síntomas indicados, de forma persistente, que vayan a un especialista, a su médico de cabecera mismo, y que lo comenté, que ya será un gran y enorme paso para solucionarlo.







Aunque sé que seguirán sin hacerlo.





Papá Vader.




Imagen: https://praxisypoesia.files.wordpress.com/2015/07/no-dejes-para-mac3b1ana.jpeg