domingo, 27 de diciembre de 2015

El Duende Tortuga



Me produce gracia y, a la vez, vergüenza ajena, ver a los Duendes Tortuga  comentarte su hombría inventada y de ensueño, con la esperanza que me crea todas sus fantasías sexuales como ciertas.

¿A que me refiero como Duende Tortuga? No se si os acordáis de aquel viejo entrañable de Dragon Ball, que enseñaba a Goku y a Krilin en el noble arte del combate, el cual cada vez que veía una mujer empezaba a sangrarle la nariz. Pues de estos Duendes Tortuga he visto muchos, tanto de palabra como de nariz sangrante (y es en serio, sangrarles la nariz cada vez que veían un poco de “chicha” en una mujer).

Es fácil reconocerlos y no por el caparazón en la espalda Seguro que más de uno tienes algún amigo que cuando va por la calle cree que mirando fijamente a una mujer puede conseguir que se quite las bragas en medio de la calle y le pida rodar una peli porno. O el otro que presume de durar más que un actor porno, después de empalmar 5 secuencias en una. Yo conozco a muchos que cuando se encuentran con una mujer de grandes pechos (o no) y con un escote muy sugerente, tienen un extraño problema de fuerza magnética que le impide mirar a la cara de la chica. O aquel que despista la mirada, pero cuando pasa la mozuela, se gira y mira el trasero de la misma, durante más de un minuto, aunque gurará que no se ha girado para mirar.

Sí mis queridos contertulios, estos son los “Duende Tortuga”.

Pero esto no es de una generación más o menos actual, sino que esto viene de una época más temprana, más “setentera”. Los primeros “Duendes Totrtuga que hemos tenido en España, muy propio de este país tan entrañable y de la que la gente suele perderse en ensoñaciones, en fantasías y en “que pudo ser”, lo tenemos en las películas, únicas en su genero, de Andrés Pajares y Fernando Esteso, Pues si, empezó, más o menos, con la generación de la transición, los que entonces tenían entre los 18 y 25 años; de los que pasaron de ver mujeres con la mantilla y la falda de un palmo por debajo de la rodilla, a la liberación sexual de la mujer, de escotes sin sujetador y de minifaldas a un palmo por encima de la rodilla.

Aunque hayamos pasado de una época de una escolaridad austera y parca en conocimiento (la que quieren ciertos políticos que vuelva), a la actual época mucho más intelectual, seguimos rodeados de Duendes Tortugas de nuevas generaciones, que en cuanto ven un poco más de carne de lo normal, en una mujer se entiende, empiezan a babear, se le salen los ojos de las órbitas y les sangran la nariz.

Estos Duendes Tortuga son fáciles de reconocer, por mucho que intenten esconder su condición de “salido sexual”, ya que son los que están constantemente con los amigos tomándose algo, en especial cervezas (considerada por ellos “muy de hombres”) y comentando la jugada del día.

¿Quién no ha ido alguna vez con compañeros del trabajo al terminar la jornada laboral a tomar algo? Te dicen que te vengas con ellos para comentar como ha ido el día y mientras todos piden cerverzas (da igual la cantidad pedida, pero siempre cerveza), uno toma una Cola, un agua con/sin gas o, simplemente un cortadito, la primera que te meten en la frente es que tomas bebidas “de mujer”. Y de una quedad entre compañeros para comentar como ha ido el día, a empezar a hablar del escote de la secretaria, del culo de la contable, o de la cara de come…. de la becaria y, omo no, lo que llegarían ha hacer cone  ellas, explicándolo con todo lujo de detalles, como el que cuenta la escena de una peli erótica-porno de muy bajo presupuesto española (vamos de película amateur, con encuadre desplazado y enfoque borroso), y a cámara lenta, con poses imposibles o con acciones que dicen que harían, con las que enfriarían a la mujer más fogosa.

Y si no hablas de estos temas, porque ni me van ni me vienen, empiezan a cuestionarte tu hombría, ya no sólo el rato que puedas estar con ellos, sino en los siguientes 15 días. La pena es que todos ellos suelen no tener novia fija, no estar casado (o divorciados de hace años) y, aunque parezca mentira, no tener ninguno niños. Y que decir que cuando hay un problema, que en vez de demostrar “su hombría” dando la cara para solucionarlo, lo primero que hacen es lloriquear para que otro le saque del berenjenal que ha montado.

Pero la verdad es que cuando estos “Duendes Tortuga” se encuentran con una mujer dispuesta a querer “royo” (o más), empiezan a balbucear sonidos incoherentes, a quedarse quietos como estatuas de sal y, en cuanto su cerebro reacciona, a buscar una escusa para escabullirse y salir corriendo en dirección contraria.

Recuerdo hace años, acompañando a una de mis Hija Vader a bailar delante de público, uno de estos compañeros, al ver a las chicas con ropa de Leia Esclava, aunque tenía más de 30 años y (según él) mucha experiencia con mujeres, se quedo boquiabierto, para lizado y ¡le sangraba la nariz! (¡¡lo juro por el San Palpatín!!). 

Como conocía a la mayoría de la bailarinas, y sabiendo que los Duendes Tortugas son bastante bocazas en lo referente a la “gran experiencia con mujeres” le ofrecí para presentarle a un par de ellas, lo que me dijo que vale, pero que antes tenía que ir al lavabo. Aun hoy estoy esperando que salga de él.

Las nuevas generaciones de Duendes Tortuga, además de quedar en bares, suelen seguir estas conversaciones via whatsapp, en el que se desenvuelve con total fluidez, enviando memes, videos y frases cortas y concisas (“mira que jaca”, “vaya tetas”,…), todo un flujo de conocimiento de Duende Tortuga que viaja de un dispositivo móvil a otro convirtiendo algunos grupos de whatsapp en auténticas parrillas televisivas de contenido pornográfico.

Aunque parezca mentira, y desgraciadamente, los Duendes Tortuga están socialmente aceptados. Ningún hombre hetero ha escapado de ello. En algún momento nos hemos comportado como Duendes Tortuga, nos guste o no, nos hayamos dejado llevar o hayamos hecho la gracieta de turno.

Pero… ¿A alguno de los Duendes Tortuga le gustaría que las mujeres hiciesen lo mismo? La respuesta, con mucha hombría por parte de ellos, es NO.

Aunque ya empiezan a existir Duendas Tortuga.

Papá Vader.

Imágenes:

domingo, 29 de noviembre de 2015

Procrastinar: Desde mañana mismo empiezo






Se está poniendo muy de moda utilizar la palabra Procrastinar, para definir ese acto que hacemos los humanos en muchas ocasiones, de dejar para después la tarea a realizar. Aunque son los anglosajones los que más la utilizan, llava desde los años 80's utilizándose en España, aunque desde hace escasamente unos cinco años, todos los "coaches", "Ceo's" y otros "managers" que se precien de estar en las últimas tendencias, que se está utilizando de forma masiva, incluso a veces para denominar a los que no quieren arrimar el hombro en una tarea, aunque quieren que se cuente con ellos o que aparezca su nombre en los créditos; a esto se le llama ser vago o tener morro, pero no "procrastinador".

El término procrastinar es una adaptación del vocablo inglés procastinate, que deriva directamente del latín pro (para) y cras (mañana): "para mañana". Conceptualmente tiene distintas definiciones que hacen referencia a evitar hacer una acción ahora, cualquiera que esta sea, para realizarla en otro momento.

La procrastinación es un comportamiento dilatorio que utilizamos reiteradamente para evitar tomar cartas en el asunto, para evitar asumir la responsabilidad de que las cosas son como son porque nosotros no hemos hecho lo necesario para evitarlo. Es postergar  la acción o situaciones que deben realizarse si o si, sustituyéndolas por otras situaciones más irrelevantes o agradables.



Echar las culpas de todo lo que pasa a la mala suerte o a los demás, por los problemas que tenemos o por las cosas que nunca hemos llegado a conseguir, es lo más normal en un asiduo de la procrastinación, el buscar excusas para justificar por qué no hemos empezado aún a hacer algo.



Lo peor de alguien que procrastina, es que cuando conocen a alguien que hace cosas, que incluso puede hacer cosas que él no quiere hacer o lo quiere posponer para no tomar la responsabilidad, pueden llegar incluso a culparle de ser el que no les deja avanzar en la vida, o, cuando deja de hacer cosas, de culparle de no hacerlas. “Si hoy le haces un favor a alguien, es de agradece; si lo vuelves a hacer mañana, te lo exigen como obligación; si no lo sigues haciendo pasado mañana, eres una mala persona”.



Un procrastinador se le reconoce porque se pasa todo el año soñando con las vacaciones que le gustaría hacer para el próximo verano, pero no hace nada para conseguirlo, ni tan siquiera buscar el precio de los billetes de avión, aunque tenga el dinero para ello. O utilizar la escusa de los padres o los hijos, porque tiene que cuidarlos, es la escusa barata más utilizada para no conseguir el sueño deseado, es también una actitud dilatoria que demuestra nuestro temor a no ser capaces de dirigir nuestra propia vida.



Pero seamos serios, el motivo real de posponer lo que tenemos que hacer, suele ser el miedo al fracaso, al éxito,…, al cambio, en definitiva. O simplemente para tener una excusa justificable cuando hacemos un trabajo mal hecho diciendo que no hemos tenido tiempo suficiente, o que nos han presionado mucho para ello.



Posponer las cosas hasta el último momento, que con el agua al cuello resolvemos el problema, nos permite tener la ilusión de pensar todo lo que podríamos hacer si aprovecháramos así todo nuestro tiempo. Pero al final no lo hacemos, no aprovechamos así todo nuestro tiempo.



¿Cómo podemos reconocer a un adicto a la procrastinación? Los procrastinadores evitan enfrentarse a las tareas pendientes, como ordenar el escritorio, limpiar la nevera o la casa a fondo, y emprenden una multitud de pequeñas tareas y detalles irrelevantes antes de empezar lo importante. Es muy frecuente verlos agotados de repente cuando hay que empezar esa tarea o que surja alguna cosa que les impida empezar ahora. O que de repente se acuerde que debe hacer otra cosa, de menor importancia (para él, claro está), que le es muy urgente hacer o marcharse.



Los puntos más evidentes en los que nos podemos dar cuenta si el conocido es un procrastinador o no, son los siguientes:

1.       Creen que tienen mucho, demasiado tiempo, para hacerlo.

  1. Viven realizando la tarea a última hora.
  2. Creen que trabajar bajo presión es su mejor forma de trabajar.
  3. Se resisten a todo tipo de cambio.
  4. Generan enfermedades psicosomáticas (el dolor de cabeza y los dolores musculares constantes, son los más frecuentes).
  5. Generan la crítica hacia los demás.
  6. Generan una conducta dependiente.
  7. Evitan los compromisos sociales con la excusa “tengo mucho trabajo”.
  8. Piensan que para realizar una tarea, ésta debe ser agradable.
  9. Minimizan sus habilidades.
  10. Generan baja autoestima.
  11. Al terminar la tarea se prometen no volver a postergar.
  12. Las palabras "tengo" y "debo" son frecuentes en su vocabulario.
  13. Tienen dificultad para concentrarse.
  14. Viven estresados y temerosos.
  15. Buscan culpables del porque ellos no han realizado la tarea, aunque sea su propio jefe.





Lo que primero debemos hacer cuando nos encontramos con alguien así, es no contar con su participación en una tarea encomendada, ya que aunque los motivemos, siempre encontrarán la excusa perfecta (para ellos) para no hacer el trabajo. Si fuésemos una empresa, tendría muy claro que hacer con ellos, y no necesariamente es despedirlos. Si son compañeros, amigos, no esperar nada de ellos o prepararse para que, incluso, intenten convencer al resto de amigos para no empezar, tan siquiera, la faena.



Lo malo de esta gente es que son como el perro del hortelano, “ni comer quieren, ni comer dejan”; o sea, que no están dispuestos a tomar responsabilidades, no haciendo la tarea encomendada o necesaria, pero si la hacen otros, se enfadan por no haberle dejado hacerla o por no haber contado con ellos cuando se hiciera, aunque se lo hayan repetido cien veces que empezaba a hacerse la actividad.



¿Como esta gente pueden solucionar esta “adicción”? Podríamos coger los cien mil libros de psicólogos y pseudo-psicologos que existen y que hablan del tema, o el millón de artículos que pululan por internet para que estos puedan solucionar su problema. Pero no sirve de nada ni que recomiende la lectura de ninguno de ellos, ni que explique cuáles son los pasos a seguir para solucionarlo. No sirve de nada ya que los primeros que no lo leerán son ellos mismos, ya que consideran que ellos no tienen ese problema, y que somos los que le recomendamos esa lectura los que realmente tenemos este problema.



Lo único que puedo decirles es que si tienen los síntomas indicados, de forma persistente, que vayan a un especialista, a su médico de cabecera mismo, y que lo comenté, que ya será un gran y enorme paso para solucionarlo.







Aunque sé que seguirán sin hacerlo.





Papá Vader.




Imagen: https://praxisypoesia.files.wordpress.com/2015/07/no-dejes-para-mac3b1ana.jpeg