miércoles, 5 de septiembre de 2012

SINDROME DE BOLSO DE MARY POPINS





Una tarde del caluroso verano del 2012, mi mujer me pide que le saque de su bolso un pastillero que lleva dentro. En vista que el bolso está lleno, empiezo a sacar cosas de ella; desde los típicos elementos de mujer, hasta cosas que desde siempre no he entendido porque los llevan. Pero en esta ocasión fue por demás, ya que me encontré con unas tijeras podadoras de jardín. ¡Una Podadora! Y no son precisamente livianas, por mucho que sean de una mano. En esta ocasión, el motivo de la podadora es porque en uno de los centros de trabajo de la empresa donde trabaja mi mujer, está cerca de un jardín privado que sobresalen una serie de ramas de plantas ornamentales, y quería coger un esqueje. Después de las risas, del jaja y del jojo, recordé otras anécdotas similares que he vivido también hace años  o he visto por la tele.

Hace años una amiga me sorprendió con una plancha para la ropa dentro del bolso. Pero no una plancha de viaje, sino una plancha de las grandes, de las que tenemos todos en casa. Ciertamente fue porque hacía más o menos una semana que había regresado de un viaje en el extranjero y por las prisas no tuvo tiempo de dejarlo en la maleta, aunque la pregunta siempre me ha intrigado ¿Por qué sigue llevando la plancha en el bolso, después de una semana? ¿por desidia? Después de las risas, la plancha desapareció del bolso al día siguiente… aunque motivo de bromas durante meses, lo tuvimos de buen seguro.

Recuerdo a cierta madre de una famosa casposa de las de la tele, de la tele de coeficiente bajo, de la tele de baja cultura, de esa tele para distraer al personal de los probleas reales de la vida cotidiana, esa famosa que cada dos años cambia de nombre, esa madre que empezó a arremeter a un cámara con el bolso, rompiéndole la cámara y haciéndole un corte pronunciado en la cabeza. El motivo: una tochana en el bolso. Cuando le preguntaron porque llevaba la tochana en el bolso, la respuesta fue muy simple, para defenderse, “como hacen todas las mujeres”. ¿Acaso todas las mujeres llevan parte del edificio, de su casa, dentro del bolso para arrearles con él al primer desaprensivo, cualquiera que le mire mal, cualquiera que le pregunte en el momento que desean no ser preguntadas, cualquiera que se les cruza por el camino? Tochana no, pero planchas y podadoras, eso sí lo he visto.

Pero hagamos una pregunta, a ver si se puede responder ¿qué es un bolso? Aparentemente es una simple pregunta, una inocente pregunta. Pero no creo que todos tengamos la misma idea y visión de qué es un bolso, o mejor dicho, para que realmente sirve, en especial no creo que coincida entre hombre y mujeres en particular. Un bolso es una especie de macuto algo más grande en el que se depositan los más variopintos elementos en su interior, que únicamente su propietario o propietaria sabe para que serán utilizados. En mi caso, cuando llevo un macuto, suele ser del tamaño de una libreta o más pequeña, ya que es para poder llevar en ella una libreta (y valga la redundancia), para poder escribir lo que se me ocurra en los trayectos entre mi domicilio y el destino, cuando cojo transportes públicos, o para cuando tengo que esperar o mientras estoy tomando un café. Además llevo un par de bolígrafos de varios colores (uno negro o azul y otro rojo), un lápiz, goma y sacapuntas. También puedo llevar un juego de dados, cuando el destino final es una partida de wargames o de rol. Cuando llevo macuto suelo llevar las llaves y una cámara de fotos. Desde mi punto de vista, todo útil; por lo menos para mí. Es más, cada vez que llego a casa, extraigo el contenido y lo dejo vacio, preparado para otra ocasión, por lo que cada vez que voy a salir, decido que macuto voy a llevarme y preparo el contenido con lo que preveo pueda utilizar, aunque realmente lo utilice o no.

En el caso de una mujer, es un misterio insondable para mí, ya que en ella llevan la caja con el maquillaje (algo realmente útil y totalmente lógico, y esto es dicho sin sarcasmo), una libretita para apuntar cosas y uno o varios… muchos bolígrafos, normalmente los bolígrafos que suelen desaparecernos a los compañeros o amigos, y en especial de los bancos (¡ahora se porque les ponen cadenitas a los bolis en los bancos!). También solemos encontrarnos con una agenda con los números de teléfono de todos sus conocidos… los mismos números de teléfono que lleva la mujer en la memoria de su móvil. También podemos encontrarnos con una muy buena colección de compresas, unas cinco o seis, de diferentes tipos y formas (con alas, sin alas, de bolsillo, de noche,…); esto en una mujer suele ser necesario, pero no durante todo un mes completo, y cuando llega la época de esta necesidad, la colección suele crecer con uno o dos de más, diariamente. Si la mujer suele llevar un reproductor de música, podemos encontrarnos con varios auriculares en el bolso, tanto nuevos en su blíster original, como sueltos, algunos muy posiblemente ya estropeados (vamos, casi como un pequeño cementerio de auriculares). Y hablando de los reproductores de música, otro de los misterios que siempre he preguntado pero nunca me han respondido es  el siguiente: antes solían llevar paquetes de pilas nuevas por si se les acababan y se quedaba sin música en mitad de la cinta de cassette o del CD, y poder reponerlas. Actualmente, con reproductores que están integrados dentro del móvil o aparatos minúsculos con baterías recargables desde la misma conexión al ordenador, mientras se incrementa o decrementa la cantidad de canciones a colocar en esa unidad reproductora, curiosamente siguen llevando el paquete de pilas; la escusa suele ser que está en el bolso desde la última vez que llevaba un reproductor que usaba este tipo de alimentación eléctrica, aunque haya cambiado 3 veces de bolso desde entonces, o hayan pasado un par de años. También podemos encontrarnos desde un cepillo para el pelo, hasta con un pequeño costurero de viaje, con hilo, aguja y botones, aunque cada vez más esto ya no se estila; básicamente porque cada vez menos las mujeres saben coser. Aunque curiosamente, según he podido constatar, las mujeres que más llevan este minicosturero, que casi te lo regalan cada vez que entramos en un suministrador asiático, suelen ser las que no saben coser ni ese miserable botón; la escusa siempre es la misma “por si lo necesita otra persona y como pesa poco…”; y lo más curioso es que cuando realmente necesitas el hilo y la aguja, todas las mujeres que lo llevan en el bolso, no te lo entregan, ya que no suelen recordar que lo llevan. Y ya no cuento la infinidad de otros artilugios y demás elementos desconocidos que no entenderé nunca, algunos lógicos desde la visión de una mujer, otros supongo que lógicos desde la profundidad de subconsciente de esa persona en concreto (fotos sueltas de algun conocido, algunas que ni recordaba que las llevaba o que las tenía por perdidas, piedras de río, lápices de colores, clips, pinzas para el pelo, sobres y sellos estando en la era de los e-mails, tiritas, cremas varias para las manos y otras utilidades,…) .

Ah! Me olvidaba, en algún bolsillo exterior siempre a mano, encontraremos el teléfono móvil, pero las llaves, ¡ah, las llaves!, suelen estar en un constante mundo dimensional perdido en el que se oye como suenan dentro del bolso pero que es muy difícil encontrar; supongo que sólo aparece después de realizar algún tipo de invocación o porque de casualidad la dueña del bolso a metido la mano por el portal dimensional y a recuperado sus llaves.

Cada vez que veo estos bolsos sin fondo, estos bolsos con cosas incomprensibles para mi dentro de ellas, recuerdo aquella escena de una película famosa de Walt Disney en la que la protagonista no sólo saca el delantal, sino que también extrae cuadros, un florero, el perchero de pie, un espejo de medio cuerpo,… Genial esa escena. Esto demuestra que los bolsos sin fondo ya existían y eran llevados por las mujeres, como mínimo desde los años 50’s, cuando se hizo la película.

Este “Síndrome del Bolso de Mary Popins” parece más responder casi a una necesidad de índole de posesión que a una necesidad de utilidad, ya que en definitiva, cuando los que no llevamos estos bolsos mágicos necesitamos alguna cosa, puede pasar varias cosas: una que de repente te digan que no llevan ese artículo tan necesario, que al llegar a casa y de forma misteriosa, a parecen de la nada cuando intentan sacar lo primero del bolso, siendo la más usual las llaves perdidas en la dimensión paralela; o que te recuerden, después de buscar un buen rato en el bolso, que ese artículo lo sacaron hace un par de días, por considerar que era inútil. Este tipo de artículo puede ser desde un pañuelo de papel, un bolígrafo (tu bolígrafo que hace dos días desapareció en el interior del bolso) , el  minicosturero famoso (que misteriosamente es de los que “reaparece” media hora más tarde buscando otra cosa y cuando ya no se necesita), un papel, aunque lleven la libreta, no está pensado para arrancar una hoja de ella, o cualquier otra cosa que a otra persona le parecería lógico llevar en el bolso.

Pero seamos buenos, no todas las mujeres tienen este Síndrome del Bolso de Mary Popins… supongo, o deseo creer.

También nos podemos encontrar con mujeres con bolsos minúsculos o cuasi ridículos, en especial para cuando van a la discoteca o a otra fiestas de mala reputación, en busca de, como dice un buen amigo mío, “caza mayor”. Pero siguen siendo bolsos mágicos, ya que externamente no apostaríamos por que entrase el paquete de cigarros y el mechero juntos, y la sorpresa que nos encontramos al ver lo que sacan de dentro es extraordinario: el paquete de cigarros, el mechero, la cajita (pequeña, eso sí) de maquillaje, las llaves, el teléfono móvil  (que tiene que ir dentro, ya que algunas de las propietarias de estos bolsitos mágicos, llevan minivestidos de enseñar pero sin ver), no siempre, pero en las mayorías de las veces, uno o varios preservativos, o diafragmas, y alguna que otra pastilla, por si fallan los anteriores, un cepillo del pelo, un espejo… y así podríamos seguir un buen rato enumerando artículos en estos minibolsos de un palmo de largo, por tres dedos de ancho y seis dedos de alto. Es curioso este tema de la “caza mayor”, ya que los chicos que conozco que van a por lo mismo, suelen llevar el móvil, las llaves, el tabaco y encendedor (quien fume) y los inevitables preservativos (siempre varios, aunque al final sólo acaben con una moza), repartido entre 2 ó tres bolsillos que pueden llevar en su vestuario. Hasta en mis tiempos mozos, hace ya un cuarto de siglo, que esto no ha variado (ni por un lado ni por el otro); bueno si, en esa época no llevábamos móviles.

Aun pudiendo pensar con raciocinio varonil, me sigue resultando incomprensible el obstinado Síndrome del Bolso de Mary Popins que muchas mujeres tienen con sus bolsos, y en especial con el contenido de los mismos.

Saludos.
Papa Vader