Una tarde del caluroso verano del 2012, mi mujer me pide que
le saque de su bolso un pastillero que lleva dentro. En vista que el bolso está
lleno, empiezo a sacar cosas de ella; desde los típicos elementos de mujer,
hasta cosas que desde siempre no he entendido porque los llevan. Pero en esta
ocasión fue por demás, ya que me encontré con unas tijeras podadoras de jardín.
¡Una Podadora! Y no son precisamente livianas, por mucho que sean de una mano. En
esta ocasión, el motivo de la podadora es porque en uno de los centros de
trabajo de la empresa donde trabaja mi mujer, está cerca de un jardín privado que
sobresalen una serie de ramas de plantas ornamentales, y quería coger un
esqueje. Después de las risas, del jaja y del jojo, recordé otras anécdotas similares
que he vivido también hace años o he visto
por la tele.
Hace años una amiga me sorprendió con una plancha para la
ropa dentro del bolso. Pero no una plancha de viaje, sino una plancha de las
grandes, de las que tenemos todos en casa. Ciertamente fue porque hacía más o
menos una semana que había regresado de un viaje en el extranjero y por las
prisas no tuvo tiempo de dejarlo en la maleta, aunque la pregunta siempre me ha
intrigado ¿Por qué sigue llevando la plancha en el bolso, después de una
semana? ¿por desidia? Después de las risas, la plancha desapareció del bolso al
día siguiente… aunque motivo de bromas durante meses, lo tuvimos de buen
seguro.
Recuerdo a cierta madre de una famosa casposa de las de la
tele, de la tele de coeficiente bajo, de la tele de baja cultura, de esa tele
para distraer al personal de los probleas reales de la vida cotidiana, esa famosa
que cada dos años cambia de nombre, esa madre que empezó a arremeter a un
cámara con el bolso, rompiéndole la cámara y haciéndole un corte pronunciado en
la cabeza. El motivo: una tochana en el bolso. Cuando le preguntaron porque llevaba
la tochana en el bolso, la respuesta fue muy simple, para defenderse, “como
hacen todas las mujeres”. ¿Acaso todas las mujeres llevan parte del edificio,
de su casa, dentro del bolso para arrearles con él al primer desaprensivo,
cualquiera que le mire mal, cualquiera que le pregunte en el momento que desean
no ser preguntadas, cualquiera que se les cruza por el camino? Tochana no, pero
planchas y podadoras, eso sí lo he visto.
Pero hagamos una pregunta, a ver si se puede responder ¿qué
es un bolso? Aparentemente es una simple pregunta, una inocente pregunta. Pero
no creo que todos tengamos la misma idea y visión de qué es un bolso, o mejor
dicho, para que realmente sirve, en especial no creo que coincida entre hombre
y mujeres en particular. Un bolso es una especie de macuto algo más grande en
el que se depositan los más variopintos elementos en su interior, que
únicamente su propietario o propietaria sabe para que serán utilizados. En mi
caso, cuando llevo un macuto, suele ser del tamaño de una libreta o más
pequeña, ya que es para poder llevar en ella una libreta (y valga la
redundancia), para poder escribir lo que se me ocurra en los trayectos entre mi
domicilio y el destino, cuando cojo transportes públicos, o para cuando tengo
que esperar o mientras estoy tomando un café. Además llevo un par de bolígrafos
de varios colores (uno negro o azul y otro rojo), un lápiz, goma y sacapuntas. También
puedo llevar un juego de dados, cuando el destino final es una partida de
wargames o de rol. Cuando llevo macuto suelo llevar las llaves y una cámara de
fotos. Desde mi punto de vista, todo útil; por lo menos para mí. Es más, cada
vez que llego a casa, extraigo el contenido y lo dejo vacio, preparado para
otra ocasión, por lo que cada vez que voy a salir, decido que macuto voy a
llevarme y preparo el contenido con lo que preveo pueda utilizar, aunque
realmente lo utilice o no.
En el caso de una mujer, es un misterio insondable para mí,
ya que en ella llevan la caja con el maquillaje (algo realmente útil y
totalmente lógico, y esto es dicho sin sarcasmo), una libretita para apuntar
cosas y uno o varios… muchos bolígrafos, normalmente los bolígrafos que suelen
desaparecernos a los compañeros o amigos, y en especial de los bancos (¡ahora
se porque les ponen cadenitas a los bolis en los bancos!). También solemos
encontrarnos con una agenda con los números de teléfono de todos sus conocidos…
los mismos números de teléfono que lleva la mujer en la memoria de su móvil. También
podemos encontrarnos con una muy buena colección de compresas, unas cinco o seis,
de diferentes tipos y formas (con alas, sin alas, de bolsillo, de noche,…);
esto en una mujer suele ser necesario, pero no durante todo un mes completo, y
cuando llega la época de esta necesidad, la colección suele crecer con uno o dos
de más, diariamente. Si la mujer suele llevar un reproductor de música, podemos
encontrarnos con varios auriculares en el bolso, tanto nuevos en su blíster original,
como sueltos, algunos muy posiblemente ya estropeados (vamos, casi como un
pequeño cementerio de auriculares). Y hablando de los reproductores de música, otro
de los misterios que siempre he preguntado pero nunca me han respondido es el siguiente: antes solían llevar paquetes de pilas
nuevas por si se les acababan y se quedaba sin música en mitad de la cinta de
cassette o del CD, y poder reponerlas. Actualmente, con reproductores que están
integrados dentro del móvil o aparatos minúsculos con baterías recargables desde
la misma conexión al ordenador, mientras se incrementa o decrementa la cantidad
de canciones a colocar en esa unidad reproductora, curiosamente siguen llevando
el paquete de pilas; la escusa suele ser que está en el bolso desde la última
vez que llevaba un reproductor que usaba este tipo de alimentación eléctrica, aunque
haya cambiado 3 veces de bolso desde entonces, o hayan pasado un par de años. También
podemos encontrarnos desde un cepillo para el pelo, hasta con un pequeño
costurero de viaje, con hilo, aguja y botones, aunque cada vez más esto ya no
se estila; básicamente porque cada vez menos las mujeres saben coser. Aunque
curiosamente, según he podido constatar, las mujeres que más llevan este
minicosturero, que casi te lo regalan cada vez que entramos en un suministrador
asiático, suelen ser las que no saben coser ni ese miserable botón; la escusa
siempre es la misma “por si lo necesita otra persona y como pesa poco…”; y lo
más curioso es que cuando realmente necesitas el hilo y la aguja, todas las
mujeres que lo llevan en el bolso, no te lo entregan, ya que no suelen recordar
que lo llevan. Y ya no cuento la infinidad de otros artilugios y demás
elementos desconocidos que no entenderé nunca, algunos lógicos desde la visión
de una mujer, otros supongo que lógicos desde la profundidad de subconsciente
de esa persona en concreto (fotos sueltas de algun conocido, algunas que ni
recordaba que las llevaba o que las tenía por perdidas, piedras de río, lápices
de colores, clips, pinzas para el pelo, sobres y sellos estando en la era de
los e-mails, tiritas, cremas varias para las manos y otras utilidades,…) .
Ah! Me olvidaba, en algún bolsillo exterior siempre a mano,
encontraremos el teléfono móvil, pero las llaves, ¡ah, las llaves!, suelen estar
en un constante mundo dimensional perdido en el que se oye como suenan dentro
del bolso pero que es muy difícil encontrar; supongo que sólo aparece después de
realizar algún tipo de invocación o porque de casualidad la dueña del bolso a
metido la mano por el portal dimensional y a recuperado sus llaves.
Cada vez que veo estos bolsos sin fondo, estos bolsos con
cosas incomprensibles para mi dentro de ellas, recuerdo aquella escena de una
película famosa de Walt Disney en la que la protagonista no sólo saca el
delantal, sino que también extrae cuadros, un florero, el perchero de pie, un espejo
de medio cuerpo,… Genial esa escena. Esto demuestra que los bolsos sin fondo ya
existían y eran llevados por las mujeres, como mínimo desde los años 50’s,
cuando se hizo la película.
Este “Síndrome del Bolso de Mary Popins” parece más responder
casi a una necesidad de índole de posesión que a una necesidad de utilidad, ya
que en definitiva, cuando los que no llevamos estos bolsos mágicos necesitamos
alguna cosa, puede pasar varias cosas: una que de repente te digan que no
llevan ese artículo tan necesario, que al llegar a casa y de forma misteriosa,
a parecen de la nada cuando intentan sacar lo primero del bolso, siendo la más
usual las llaves perdidas en la dimensión paralela; o que te recuerden, después
de buscar un buen rato en el bolso, que ese artículo lo sacaron hace un par de
días, por considerar que era inútil. Este tipo de artículo puede ser desde un
pañuelo de papel, un bolígrafo (tu bolígrafo que hace dos días desapareció en
el interior del bolso) , el
minicosturero famoso (que misteriosamente es de los que “reaparece”
media hora más tarde buscando otra cosa y cuando ya no se necesita), un papel,
aunque lleven la libreta, no está pensado para arrancar una hoja de ella, o
cualquier otra cosa que a otra persona le parecería lógico llevar en el bolso.
Pero seamos buenos, no todas las mujeres tienen este Síndrome
del Bolso de Mary Popins… supongo, o deseo creer.
También nos podemos encontrar con mujeres con bolsos minúsculos
o cuasi ridículos, en especial para cuando van a la discoteca o a otra fiestas
de mala reputación, en busca de, como dice un buen amigo mío, “caza mayor”. Pero
siguen siendo bolsos mágicos, ya que externamente no apostaríamos por que
entrase el paquete de cigarros y el mechero juntos, y la sorpresa que nos
encontramos al ver lo que sacan de dentro es extraordinario: el paquete de
cigarros, el mechero, la cajita (pequeña, eso sí) de maquillaje, las llaves, el
teléfono móvil (que tiene que ir dentro,
ya que algunas de las propietarias de estos bolsitos mágicos, llevan minivestidos
de enseñar pero sin ver), no siempre, pero en las mayorías de las veces, uno o
varios preservativos, o diafragmas, y alguna que otra pastilla, por si fallan
los anteriores, un cepillo del pelo, un espejo… y así podríamos seguir un buen
rato enumerando artículos en estos minibolsos de un palmo de largo, por tres
dedos de ancho y seis dedos de alto. Es curioso este tema de la “caza mayor”,
ya que los chicos que conozco que van a por lo mismo, suelen llevar el móvil,
las llaves, el tabaco y encendedor (quien fume) y los inevitables preservativos
(siempre varios, aunque al final sólo acaben con una moza), repartido entre 2 ó
tres bolsillos que pueden llevar en su vestuario. Hasta en mis tiempos mozos,
hace ya un cuarto de siglo, que esto no ha variado (ni por un lado ni por el
otro); bueno si, en esa época no llevábamos móviles.
Aun pudiendo pensar con raciocinio varonil, me sigue
resultando incomprensible el obstinado Síndrome del Bolso de Mary Popins que
muchas mujeres tienen con sus bolsos, y en especial con el contenido de los
mismos.
Saludos.
Papa Vader